viernes, 9 de marzo de 2012

Ternura.

Suena una, dos, tres veces y me atienden en seco:
-          Veterinaria Cabildo
-          Si, hola, llamo para hacerles un par de consultas.
Hace silencio, la mujer de voz ronca no me responde, espero un segundo y le pregunto:
-          Tengo que castrar a mi gato, es macho, ¿cuánto me saldría?
-          La castración sale doscientos diez pesos.
-          Ajam, y ¿es con turno?
-          Para sacar turno debes llamar por la mañana, de diez a doce.
-          Ajam… llamaré, gracias.
Cuelgo, me quedo pensando si será doloroso, si va a sufrir el post operatorio.  Me mira desde su cuna armada improvisadamente con toallas descoloridas y agujereadas. Pongo el agua a calentar para tomar unos mates con yerba que me trajeron de Uruguay, que se supone es la mejor.
-          Silvi ¡hola! …si, ya averigüé. Saldría doscientos diez pesos… ¿mañana mismo?... no creo porque es con turno y hay que llamar solo por la mañana asique eso te lo dejo encargado a vos, ¿puede ser?...ah! que tonta, olvidé preguntar eso… vuelvo a llamar y te llamo. Beso.
Me sigue mirando pero ahora lo tengo a los pies, ronroneando. Me enternece de sobremanera sus ojitos pardos, su expresión pícara y delicada a la vez. No, no te va a doler nada, yo te voy a acompañar.
-          Hola, discúlpame te vuelva a molestar, recién te llamé por lo de la castración de mi gatito y olvidé preguntarte cuales son los requerimientos previos a la intervención.
-          Tiene que estar doce horas de ayuno, ni comida ni agua. – me explica sin saludarme.
-          ¿Ni agua?, la interrumpo.
-          Nada en el estómago, es por la anestesia. ¿Pesa más de dos kilos ya?
-          Seguro que si, ¡está re gordito! Come todo lo que le dejo en su plato, le doy dos veces por día el alimento ese…el Kiten, el de cuatro a ocho meses.
Lo agarro con la mano libre, la otra sostiene el teléfono,  tratando de sentir su peso como si fuese un pedazo de peceto recién cortado en la carnicería. Pesa y se balancea, apretó un poquito.
-          Asumo que tiene las tres vacunas dadas – su voz ronca se vuelve aun más áspera y roza un aire de prepotencia.
-          Claro que sí – cómo es que se anima a suponer que no cuido a mi gato - ¿cuáles eran? - respondo antes de dejarla contestar - le dimos la triple felina dos veces y la antirrábica hace una semana.
-          Vas a tener que esperar al menos una semana más para cástralo entonces.
A lo lejos veo que de la pava empieza a salir humor y me irrito, suelto al gato y cae bruscamente en cuatro patas, miro el calendario, hoy es mi franco semanal, tendría que llevarlo el próximo miércoles que es el cumpleaños de treinta y dos de Silvana. El festejo sería en su casa que me queda a dos horas en colectivo directo u hora y media si me tomo dos. Pensaba regalarle una maceta con rayitas de colores pintada a mano por mí y de repente recuerdo que aun no compré los materiales. Ahora la pava chifladora me aturde, le agradezco la información y ambas colgamos el teléfono, creo que ella primero.
-          Silvi, yo otra vez, ¿podes creer que se me pasó el agua? … para mate sí, bueno lo del gato, vamos a tener que esperar una semana por lo de la vacuna…si, se puede complicar…sí, estoy un poco enojada, ¿se me nota? No es con vos eh, encima la mujer era tan antipática...En fin, el problema es que caería el día de tu cumple, no, no, ¡no voy a faltar! Es más, pensaba hacer unas galletas de canela… ¡si las que te gustan! … ¿Qué hago entonces? ¿espero quincena días? … eso fue la cadena, tenía que venir al baño Sil…bueno me fijo, sí, dale, besito.
Ya no está a mis pies, los busco con la mirada, hago unos pasos y lo encuentro en mi cama, echadito, hecho un ovillito. Me enternece, sí, de sobremanera.

1 comentario:

  1. Que bueno parece que los cuentos se van haciendo de a poco cada ves mas largos.....

    ResponderEliminar