Esas mañanas aplastantes y lagrimosas se tiñeron de un
nuevo color.
Como si nunca hubieran sido de un gris-azul.
Sí, lo fueron, pero estaban coloreándose de un
amarillo-naranja.
Los años densos y confusos le parecían lejanos.
Como si nunca hubieran sido suyos.
Pero sí, lo habían sido.
La sangre se movía dentro de él, de pies a cabeza.
El corazón bombeaba, sin prisa, nada por lo que
alterarse.
Pero sí con ganas, con cada vez más ganas.