jueves, 23 de mayo de 2013

Submarino al rescate.

Parecía que jamás había bebido un submarino en su vida. Revolvía la leche caliente como si estuviese batiendo unas claras de huevos, rapidito y sin ritmo, con la mirada clavada en la oscura barra de chocolate que golpeaba su cremosidad contra los bordes del tazón transparente.
Se lo tomó de a sorbitos poniendo cara de asquete, como si fuera un jarabe podrido, dejando al chocolate a medio derretir.
Un crimen. Debería haber una ley que amparase semejante atropello.
¡Qué ganas de pasar un dedito por los bordes que quedaron manchados! Rescatar el chocolate antes de su inevitable ruina en manos del lavaplatos.
-          ¿Puedo?
-          ¿Qué cosa?
-          Pasar el dedo…digo…rescatar al chocolate.
Y así, de cara dura no más, fui héroe ese día.
Hay ciertas cosas que no se enseñan en la escuela, pero deberían.